Un veinte por ciento de avance logró CONAF en el puntapié inicial efectuado en diciembre a los dos primeros proyectos adjudicados en la región gracias a la Ley de Bosque Nativo.
Ambas iniciativas implican una plantación de 100 plantas por hectáreas para lograr bosque de preservación y formaciones xerofíticas de alto valor ecológico, según la denominación del concurso, y que en este caso corresponden a bosques de queñoa de altura pertenecientes a Vicente Mamani Yucra y Roberto Tancara Mamani, ambos propietarios aymaras de la provincia de Parinacota y cuyos predios se ubican al interior de la Reserva de Biósfera Lauca.
Según explica David Toledo, profesional del Departamento Bosques y Cambio Climático de CONAF, ambos proyectos fueron aprobados hacia fines de 2020 para luego definir los planes de manejo durante el 2021, lo que se logró el mes de abril de este año. Eso permitió concretar esta primera plantación en diciembre, con 150 plantas en total y tenemos todo el 2022 para proseguir y lograr la meta que entre ambos lugares implicarán más de 700 plantas.
¿Qué es un bosque de preservación?
Según la Ley 20283 “un bosque de preservación es aquel que, sin importar su tamaño, sea hábitat de especies vegetales protegidas legalmente o aquellas clasificadas en las diversas categorías de conservación, o que corresponda a ambientes únicos o representativos de la diversidad biológica natural del país y cuyo manejo sólo puede hacerse con el objetivo de resguardo de dicha diversidad”.
En el caso regional, don Vicente Mamani postuló el sector Mullusire donde se establecerán 300 queñoas, ya que se trata de un polígono de tres hectáreas y donde esta vez se avanzó con 60 plantas.
Su actitud frente al tema no es nueva. Él fue un pionero en acoger el llamado de CONAF a recuperar el bosque andino y fue el protagonista de una primera plantación —el año 2019— en el sector Rinconada de Caquena, lugar considerado corredor de conservación que permitirá volver a conectar ecosistemas fragmentados entre Chile y los países vecinos.
Para el caso del sector Ancopujo de Roberto Tancara, serán dos polígonos, uno de 0,8 hectáreas y el segundo de 3,7, lo que implicará un total de 80 y 370 plantas respectivamente.
Don Roberto cuenta que “ahora se está notando una mayor superficie con queñoas en comparación a hace unos 50 años cuando me tocó bajar a Arica”, evidenciando los frutos de las reforestaciones impulsadas por CONAF. Recuerda sí que las lluvias en su época de niño eran más marcadas e intensas. Sobre su compromiso con el proyecto dice que se debe a que “lo considero importante porque los bosques de queñoa son llamadores de agua y generan oxígeno para el planeta”, pero también observa que “el cambio climático es fuerte y duro”.
Para las próximas semanas planea subir para reforzar los primeros riegos a las queñoas plantadas por el equipo de CONAF, hacer ajustes a las tasas de los primeros 90 árboles establecidos durante diciembre, entre los dos polígonos.
Lo que une a ambos comuneros es que estos bosques de preservación son de queñoa de altura, el árbol que crece a mayor altitud en el mundo. Su estado de conservación es vulnerable y su importancia es radical frente a los efectos del cambio climático ya que tienen un importante papel en la regulación de la provisión del agua hacia los pisos ecológicos más bajos. Estos bosques constituyen además hábitat para otras especies y son testigos de los cambios del clima en el largo plazo.
Otro factor común a los sectores de Mullusire y Ancopujo, según destaca el director regional de CONAF, Héctor Peñaranda, es que “están sobre los 4000 msnm. Y a esa altura deberá seguir trabajando el equipo regional de CONAF del Departamento Bosques y Cambio Climático durante el 2022 para concretar la meta de esta primera experiencia regional derivada del Fondo de Conservación de la Ley de Bosque Nativo”.
Junto con destacar el esfuerzo del equipo regional, Peñaranda resalta además el trabajo de producción de los árboles que hace el vivero de Putre y subraya de manera especial el compromiso de los comuneros aymaras al sumarse a estos proyectos. “Es una contribución concreta frente al cambio climático, y nada menos que con la Polylepis tarapacana, el árbol de las alturas, permitiendo así trabajar por la conservación del bosque más alto de Chile”.